domingo, 7 de junio de 2015

Impresiones de un cuento: Continuidad de los Parques, de Julio Cortázar


Al leer la última línea de Continuidad de los Parques, cerré el libro abruptamente con una expresión de sorpresa en su estado más puro. No abarca más que una página y media, pero están llenas por una historia narrada de una manera exquisita, hilando las palabras en una armonía que surge tan naturalmente como si se hubieran ido juntando por sí solas, y es entonces cuando nos damos cuenta del genio que estamos leyendo, el perfecto cuentista, que ha hecho algo que parece haberse creado solo, que parece ir más allá de la capacidad del hombre.  

Continuidad de los Parques me parece un cuento perfecto. La precisión y la impecabilidad del lenguaje se notan a leguas, el cuento es absolutamente eficaz: Cortázar nos cuenta nada más que lo necesario para formarnos en la cabeza una impresión certera del contexto, tal como afirma Julio Ramón Ribeyro que debe ser el cuento, donde “cada palabra es absolutamente imprescindible”.

Dice también Ribeyro en su Decálogo del Cuentista, que “la historia contada por el cuento debe entretener, conmover, intrigar o sorprender, si todo ello junto, mejor.” Y es ahí donde se encuentra lo maravilloso del cuento: que lo logra todo, pues nos vemos llevados a un ambiente perceptiblemente oscuro y misterioso que inmediatamente nos intriga, para darnos un golpe final en la última línea que es donde habita la sorpresa, y justamente por ello entretiene. 

¿Y en qué momento conmueve? Está ahí, oculto a simple vista, que dentro de la maravillosa historia que asombra por su construcción, Cortázar hace una intrínseca oda al acto de leer, con la que el lector rápidamente se siente identificado en el momento en que describe la manera en que el personaje que lee la novela se adentra tan profundamente en la historia que tiene en sus manos, lo que nos hace pensar en lo metafórico y en lo literal del cuento: ¿realmente pasó lo que se nos cuenta y debemos aceptarlo sin más? ¿o el personaje que lee en el sillón está tan inmerso en su novela que se ha creído o sentido parte de ella? 

En su Decálogo del Perfecto Cuentista, el gran Horacio Quiroga dice: “No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas”. Continuidad de los Parques cumple casi demasiado perfectamente con esa pauta. “Había empezado a leer la novela unos días antes”, empieza el cuento, y poco a poco, sin oportunidad a darnos cuenta, se nos va llevando hasta las últimas líneas que tanto tienen que ver con la primera: “La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.” Creemos que hemos llegado al final cuando en realidad hemos vuelto al principio, puesto que se trata todo de un círculo interminable donde el principio y el final se entremezclan y se vuelven uno solo. 

Si quieren leer el cuento, hagan clic aquí.

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